Un regalo especial para mí misma.

Recién acaba de pasar el "Día de las madres" y platicando con mi amiga Rosy me comentaba lo siguiente: 

-Hay Dianita (así me dice ella), ya no se si quiero que lleguen o no estos días festivos, termino molida y medio muerta de cansancio, pero eso si… Muy felicitada. 

- Después de preparar la casa, porque tú sabes... Vienen a comer las hijas con los yernos,  y lo mejor de todo, con la tribu de nietos completa; además no era cualquier día, ameritaba un arreglo especial así que desde ir a comprar algunos detallitos y flores, considerando también que… Hay que pasar con el peluquero porque no conviene descuidarnos la fachada. 

Me decía esto refiriéndose al arreglo personal, al tiempo que reíamos con sencillez aceptando con complicidad nuestra vanidad y coquetería de mujeres (sin importar la edad). 

Luego continúo: 

- ¡También hay que ver lo de la comida!, cierto que traen por ahí algún pastelito o postre pero yo cargo con el paquete principal, y la verdad, aunque disfruto de prepararlo y atenderles es mucho trajín, lo bueno es que cuento con la ayuda de Juanita porque las travesuras de los niños no tienen fin; claro que estoy convencida que vale la pena, y que ésto es hacer familia, si no fuera así, a lo mejor no los vería con tanta frecuencia.

Siguió diciendo: 

-El caso es que se juntan muchas cosas, desde atender el teléfono, recibir y hacer más de 50 llamadas para todas las tías, primas y familia que se encuentra lejos, el detalle especial para mi suegra, y por si fuera poco,  para mi es una tradición importante en este día asistir a la Iglesia de mi comunidad, y no solo participo en el servicio religioso, además colaboro en algunas tareas sociales a las que me he comprometido. 

Mi amiga seguía hablando y describiendo sus andanzas del día anterior, parecía que no terminaría nunca de contarme todo lo que para ella implicaba un día especial cuando de repente hizo una pausa, respiro profundo y se quedó pensando por unos instantes… luego, alzando su ceja derecha y con una pícara sonrisa, puso cara de niña traviesa y me dijo en tono de confesión: 

-Lo mejor de todo viene hoy, porque éste es el día en el que yo me doy a mí misma un regalo especial, y mira que pienso que bien me lo merezco, así que escojo de lo mejor y voy a compartir contigo mi secreto.

Al decir esto me entrego una tarjetita, y después de mirar su reloj con cierta premura se despidió diciendo…

-¡Hay Dianita!, como siempre, platicando contigo el tiempo se me va volando y ya me voy porque se me hace tarde para disfrutar de mi propio regalo especial. Imagínate… un delicioso Tratamiento Zen con tanque de flotación, masajito corporal y de pies incluido, y hasta piedritas para equilibrar los chacras, mmmm… una experiencia maravillosa,… luego te cuento, bay, bay.

Diciendo y haciendo, me dio un pequeño beso en la mejilla y se alejó con rapidez, mientras yo me quede frente a mi taza de café, envuelta en la curiosidad por lo que de inmediato revise la tarjeta que decía: Regalos, Regalos de Cumpleaños y Regalos Especiales.

Mientras tanto, la frase “Pienso que bien me lo merezco” resonaba en mi mente, y sí, estoy de acuerdo con Rosy, por lo que también ahora mismo voy a darme un regalo especial para mí misma... 

Y ya les contaré después, hasta la próxima.