Lulú, una entrañable amiga con quien he compartido un largo trecho del camino, me ha enviado esta nota que con gusto comparto con ustedes, mis estimados lectores, porque a través de sus recuerdos, nos habla de esos pequeños detalles de todos los días que pueden darle significado al amor, y que a veces solemos olvidar en el apurado trajín cotidiano que suele robarle el color y la alegría a nuestra vida.
A pesar de que no vivía con mis abuelos, ellos eran una parte importante de nuestras vidas. Todos mis tíos, hermanos y primos íbamos a su casa los fines de semana, y generalmente coincidíamos el domingo.
Eran días grandiosos aquellos, me parecía muy largo esperar toda la semana a que llegara el sábado para empezar a preparar nuestra visita a la casa de los abuelos. Recuerdo la entrada por ese gran portón de madera gastada, un poco vencida hacia un lado por lo que al abrirse solía hacer un ruido parecido al maullido de un gato soñoliento, también había muchas macetas con plantas y flores, además de un par de sillas junto a una ventana que invitaban a sentarse y conversar en aquellas viejas tardes de calor.
La abuela siempre nos recibía con una gran sonrisa y nos invitaba a pasar mientras que usaba un colorido delantal que sugería que algo muy rico se estaba preparando en la cocina.
El abuelo llegaba presuroso para abrazarnos e invitarnos a los más pequeños a jugar en el jardín trasero, donde siempre había alguna pelota, un frisbee, una cuerda, o un columpio para divertirnos a la sombra de un enorme árbol, bajo el cual también nos sentábamos a platicar con él y escuchar las fabulosas historias que nos contaba. Mi preferida era aquella donde nos narraba como conoció a mi abuela y como es que ella coqueta, disimulo no verlo al pasar, para luego voltear y guíñale un ojo.
Dentro de la casa siempre olía sabroso, recuerdo el olor de las manzanas, la canela, la naranja, o de las especies y hierbas aromáticas que la abuela le ponía a su deliciosa comida que a todos nos gustaba tanto.
La casa de los abuelos era un sitio donde nos sentíamos bien, queridos y aceptados, donde se hablaba de muchos temas, se reía, se escuchaba música, se cantaba, y hasta se bailaba.
Y aunque este mal decirlo, no puedo dejar de mencionar lo mucho que nos divertíamos jugando con las sillas salvaescaleras que mi papa coloco en esa casa, pues a los abuelos ya les costaba trabajo subir y bajar, pero ellos nunca aceptaron la idea de cambiarse, aunque mi mamá insistía en que era conveniente que se mudarán a una casa de un solo piso por su propia seguridad, sin embargo, ahora pienso que mi papá resolvió el problema de una manera muy inteligente.
Las tardes eran excepcionales. Mi abuelo nos llamaba a todos para que eligiéramos una película que ver. Todos opinábamos de diferente manera por lo que discutiendo y gritando no se llegaba a ningún consenso, y finalmente, al llegar a su nivel de tolerancia, él terminaba escogiendo la película que muchas veces era extranjera y con subtítulos. No nos atrevíamos a objetar pues no queríamos correr el riesgo de que no quisiera volver a compartir aquellas magníficas tardes de domingo con nosotros.
Al mirar hacia atrás con ojos de adulto, me doy cuenta de que éramos su mayor alegría, ellos nunca habría dejado sus días de domingo con nosotros, independientemente de todas las preocupaciones y problemas que les dimos, se podía sentir como gozaban cada minuto de estar juntos en familia.
También disfrutaron de nuestras bromas, era divertido ver los enojos de mi abuela quien no tenía el mismo sentido del humor caprichoso del abuelo. Fue lindo ver ese brillo travieso en sus ojos, como si fuera un niño pequeño cuando sorprendía, distraída a la abuela, con algún juego o broma tonta. Durante todos esos años siempre los vi tratarse con mucho cariño y respeto.
Hacia el final de su vida, cuando el abuelo estaba en el hospital, yo estaba allí con mi madre y la abuela, él se volvió hacia ella y le dijo, "Gracias por los más maravillosos cincuenta y cuatro años de mi vida." A día de hoy, creo que esas son las palabras más bellas que he escuchado.
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ResponderEliminarHola Películas 2018, bienvenido a Notas de una Jubilada en Acción, me da mucho gusto recibir comentarios. Buen día.
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